Por Henry Large
Mientras Trump intensifica la guerra antinarcóticos en el Caribe, presiona a Maduro en Venezuela y dialoga con Putin en Alaska y Netanyahu en Israel, el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, también enfrenta la expansión de China en Centroamérica, con visas como arma clave.
El 4 de septiembre, Rubio tuiteó: “Estados Unidos lanza ofensiva contra la influencia china en Centroamérica. Hoy, el @StateDept anuncia una drástica restricción de visas que revocará visas estadounidenses para centroamericanos y sus familiares directos que colaboren con el Partido Comunista Chino y comprometan la seguridad regional”.
El pulso China-EE. UU. en Centroamérica
Centroamérica es el epicentro de la disputa entre Estados Unidos para contrarrestar la explosiva influencia política y económica de China en Latinoamérica. La región alberga a Guatemala y Belice, dos de los doce países que aún son fieles a Taiwán y, por lo tanto, desafían a Pekín, que se niega a tener lazos con cualquier nación que reconozca diplomáticamente a Taiwán.
El resto de los países centroamericanos (Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y Honduras) giraron hacia Pekín desde 2007 para establecer lazos con China. A cambio, Pekín los ha seducido con megaproyectos de infraestructura, ayuda para el desarrollo y lucrativos acuerdos comerciales.
En El Salvador, China edifica una imponente biblioteca nacional futurista de siete pisos en la capital, con ventanales de piso a techo y una bandera china izada en el frente. En las afueras de la ciudad, el gobierno chino construye un colosal estadio nacional de 100 millones de dólares con capacidad para aproximadamente 50.000 aficionados, cuya finalización está prevista para 2027. A una hora al sur de la costa, gigantes chinas erigen un muelle turístico en Surf City: un destino vacacional que el líder populista salvadoreño Nayib Bukele impulsa para renovar la imagen de su país tras años plagados de violencia pandillera. Si bien se ha consolidado como un aliado de la nueva administración Trump al acoger a migrantes deportados en su nueva megaprisión, Bukele también ha sido clave en el avance chino en Centroamérica.
Como senador, Rubio denunció la peligrosa expansión de China en América Latina en sus testimonios ante el Congreso y presentó legislación para frenar el dominio económico de China en la región. En redes sociales, criticó a El Salvador por establecer lazos con China en 2018, advirtió a Guatemala con recortar la ayuda si hacía lo mismo y aplaudió a Paraguay por ser el único país sudamericano que mantiene relaciones con Taiwán. En enero, sonó la alarma por la fuga de países latinoamericanos de Taiwán a China durante su audiencia de confirmación, y se comprometió en un artículo de opinión a ayudar a las naciones latinoamericanas a «plantar cara más fácilmente a países como China, que ofrecen mucho pero cumplen poco». Al mes siguiente, completó su primer viaje al extranjero como Secretario de Estado a Centroamérica, donde felicitó al presidente de Guatemala por su apoyo a Taiwán e instó a Panamá, El Salvador y Costa Rica a no ceder ante China.
La estrategia de Rubio escala más allá de las advertencias, como demuestran estas cruciales restricciones de visas. Revocar visas a extranjeros no es algo inédito. Los funcionarios estadounidenses han usado durante mucho tiempo el arma de las visas en cruzadas anticorrupción para frenar a líderes extranjeros de aceptar sobornos, malversar fondos públicos o minar de cualquier otra manera el Estado de derecho. Desde 2021, el Departamento de Estado de EE. UU. ha mantenido y ampliado la «Lista Engel», una lista de figuras centroamericanas presuntamente corruptas a las que se les ha prohibido la entrada a Estados Unidos. Sin embargo, en los últimos años, a medida que Washington ha intentado rivalizar activamente con China en Latinoamérica, las restricciones de visas se han convertido en un arma estratégica para disuadir a los centroamericanos de desarrollar vínculos políticos, financieros o personales con China.
En marzo de 2023, un miembro panameño de la junta directiva del Canal de Panamá fue detenido, interrogado durante tres horas y luego vetado en EE. UU. debido a sus negocios con Pekín. En abril de este año, funcionarios estadounidenses le comunicaron al expresidente costarricense y premio Nobel Oscar Arias Sánchez —quien estableció las relaciones de Costa Rica con China en 2007— que su visa fue cancelada por nexos con China. El reciente anuncio de Rubio indica que podrían producirse más vetos de este tipo, y probablemente alejará a los centroamericanos que no desean correr la misma suerte.
China: Pekín no cede y condena a Rubio
Estas restricciones llegan en un momento crítico en las relaciones de China con Centroamérica. El año pasado, China vetó importaciones de café y macadamia guatemaltecos, aparentemente debido a la fidelidad del país a Taiwán. Unos meses después, en Belice, un líder parlamentario indicó que podría girar de Taiwán a China si es elegido primer ministro. En Honduras, donde unos comicios decisivos en noviembre determinarán las futuras relaciones del país con China, Pekín ha reforzado vínculos con el poder, invitando a una delegación del partido gobernante y a más de 20 alcaldes hondureños a viajes pagados a China. Las restricciones de visas de Rubio parecen ser un intento frontal de frenar esta ola.
Por su parte, Pekín está furioso. En respuesta a los nuevos vetos de visados, un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino declaró: “China expresa su rotunda condena y enérgica oposición a los ataques infundados y calumnias de Estados Unidos, su descarada diplomacia coercitiva y su intromisión en las relaciones entre China y Centroamérica. Estados Unidos, con su estrategia de visado, no amedrentará a quienes tienen claro el camino ni frenará el rumbo histórico de desarrollo de las relaciones entre China y Centroamérica”. Rubio, por su parte, está vetado en China desde 2020 por criticar las prácticas del gobierno chino en materia de derechos humanos.
En una llamada con el ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, el 10 de septiembre, Rubio se declaró abierto al diálogo con Pekín sobre asuntos bilaterales. Sin embargo, en Latinoamérica, adopta una línea dura para contrarrestar a Pekín, indicando a los centroamericanos que pueden negociar con China, pero que eso podría impedirles turismo, visitas familiares o negocios en territorio estadounidense.
 
			








 
    	














