“La cocaína alcanza un máximo histórico: más de 3.708 toneladas producidas en 2023, un aumento del 34% con respecto al año anterior”. La droga blanca sigue cosechando éxitos y expandiendo su mercado, con Estados Unidos y Europa como principales objetivos, pero con Asia y África emergiendo como nuevos focos de consumo.
Pero, ¿quiénes están detrás de este lucrativo negocio? No es el mito del barón de la droga todopoderoso como Pablo Escobar. “No hay un único actor que controle todo”, explica Laurent Laniel, analista de la Agencia de la Unión Europea sobre Drogas y Toxicomanías (EUDA). “Son grupos clave que coordinan y orquestan el contacto entre los diferentes actores, y son estos últimos quienes realizan las tareas concretas: producir, transportar y vender la cocaína”.
La producción de cocaína: un negocio controlado por grupos armados
La cocaína se produce a partir de hojas de coca cultivadas en los Andes. Miles de pequeños agricultores cultivan la coca en cientos de miles de hectáreas, principalmente en Colombia y, en menor medida, en Bolivia y Perú. Las organizaciones criminales colombianas siguen dominando la producción a gran escala de cocaína.
Colombia concentra por sí sola dos tercios de la producción mundial. La producción se localiza en cinco enclaves de producción controlados por grupos armados: disidentes de las FARC, guerrilleros del ELN, antiguos paramilitares como el Clan del Golfo. Estas organizaciones supervisan toda la cadena local: imponen su ley a los cultivadores y laboratorios clandestinos que transforman la hoja en pasta y luego en cocaína pura.

El PCC brasileño: la plataforma que orquesta la exportación de cocaína
Una vez producida, la cocaína debe salir de Sudamérica para llegar a los mercados de consumo. La vía marítima sigue siendo la preferida, oculta en cargamentos autorizados de contenedores, semisumergibles o transportada por vía aérea por “mulas”. Aunque los grupos delictivos locales a veces pueden organizar ellos mismos la exportación, lo más habitual es que recurran a redes transnacionales especializadas en logística y seguridad.
Ahí es donde entra en juego el Primeiro Comando da Capital (PCC) brasileño. El PCC actúa como una plataforma de intermediación: los productores colombianos producen enormes cantidades, pero no siempre tienen la capacidad de enviar varias toneladas a los puertos europeos. El PCC los pone en contacto con logistas capaces de pasar la cocaína por los puertos europeos, o con mafias como la ‘Ndrangheta italiana o las mafias de los Balcanes que quieren hacer pedidos a los colombianos.
El PCC tiene una estructura horizontal, reticular, en la que cada eslabón solo conoce al anterior y al siguiente, lo que dificulta el rastreo de la cadena. Esto permite una mayor resiliencia y eficacia en la exportación de cocaína.

El PCC ha logrado diversificar las rutas del tráfico y ofrecer cocaína más pura y barata en los mercados minoristas. Hoy en día, afirma un investigador que ha estudiado las incautaciones en el puerto de Le Havre, “la mayoría de las oleadas de cocaína que llegan a Europa están orquestadas por el PCC”.
Una distribución fragmentada
La logística criminal mundial actual conecta a una mayor variedad de productores y minoristas, lo que garantiza un mercado sin monopolio ni monopsonio. Aunque muy pocos grupos criminales transnacionales controlan el centro de la cadena de valor, la distribución final de la cocaína en Europa y otros lugares está muy fragmentada.
En los puertos europeos, la mercancía es recibida por grupos bien implantados a nivel local, ya sean mafias históricas, como la ‘Ndrangheta italiana, las nuevas redes albanesas y balcánicas, o los grupos criminales marroquíes o españoles. La cocaína se incauta en grandes cantidades, pero se estima que varias toneladas más se escapan de la red.
La fragmentación del mercado permite una mayor resiliencia: en caso de redadas o incautaciones, el mercado se recompone muy rápidamente. Muchos intermediarios locales cobran en cocaína, lo que alimenta la aparición de nuevos mercados de consumo, especialmente en África Occidental, pero también en algunos puertos europeos.
 
			








 
    	














