Todos los inversionistas inteligentes saben que el oro, el dólar, el yen, el euro y los bonos de países fuertes son activos refugio clave. En épocas de incertidumbre económica, acuden a ellos para proteger su capital, aunque su ganancia inmediata sea mínima o incluso negativa. Por otro lado, evitan los activos que consideran más vulnerables a cambios inesperados, como muchas acciones de compañías. Pero ¡atención! No todas las acciones deben verse con el mismo nivel de riesgo.
Sectores como el de alimentos, transporte terrestre, artículos para el hogar, servicio de gas y generación privada de electricidad suelen ser previsiblemente estables. Cuentan con un mercado base que, aunque crece despacio, mantiene una demanda constante sin grandes altibajos. Las empresas de estos rubros, además, suelen tener una larga trayectoria, con marcas y símbolos corporativos que los usuarios conocen y confían. No están expuestos a cambios tecnológicos bruscos que puedan disparar los costos o traer competidores nuevos. Para los inversionistas más cautelosos, que valoran la seguridad y no quieren sobresaltos, estas acciones son una opción muy atractiva.
Claro, la estabilidad tiene su precio. Es difícil que un inversionista en este tipo de acciones se despierte y descubra que su inversión se ha duplicado, como podría suceder en sectores tecnológicos o con nuevos productos revolucionarios. Pero, por otro lado, tampoco es probable que se despierte y vea con horror que su inversión ahora vale la mitad de lo que tenía la noche anterior.
Las empresas cuyas acciones no ofrecen la promesa de ganancias de capital explosivas, suelen compensar esa situación con pagos de dividendos estables y por encima del promedio. Como la necesidad de expandir sus operaciones crece al mismo ritmo lento que la demanda por sus productos y servicios, pueden destinar suficiente efectivo para cubrir esos atractivos dividendos.
Un problema puede surgir en mercados financieros en desarrollo, donde muchos inversionistas, seducidos por historias de empresas que de la nada se hicieron gigantes, se dejan llevar por expectativas de ganancias exageradas sin considerar la verdadera naturaleza de la empresa en la que invierten. En estos casos, es común escuchar quejas de que el valor de sus acciones no ha subido como ellos esperaban.























