En la esfera de la psicología, la negación opera como un mecanismo de defensa inconsciente que sirve de escudo a quien se siente atacado… o como salvavidas, para quien naufraga en el mar de los problemas.
Negar se siente como un escape, de ahí que quien se siente desbordado por una situación incomprensible o que le supera, recurre a la negación de la existencia misma del conflicto, como primera ‘solución’. En terapia cognitiva-conductual, es justo lo opuesto: el reconocimiento y la aceptación constituyen el primer peldaño hacia la recuperación.
A nivel sociológico, se observan ciertas similitudes entre la negación que utilizan las personas, como mecanismo de evasión de problemas, y la negación colectiva que asume una nación, como estrategia subconsciente de encubrimiento y ‘superación’ de un trauma. Es como barrer el polvo bajo la alfombra, o fingir que el elefante blanco no está justo en medio de la sala.
Mañana, sábado 08 de noviembre, se cumplirán siete meses de la devastadora tragedia del Jet Set. Los acontecimientos han revelado que lo que finalmente colapsó no fue solo el techo de la discoteca, sino la integridad de toda una sociedad.
La verdadera tragedia ha sido la indiferencia colectiva que ha permeado todos los niveles de nuestra sociedad y sus principales instituciones. El velo de olvido con que se intenta sepultar la mayor calamidad civil (no ligada a guerra, causas políticas o naturales) ocurrida en el país, más que una simple conspiración, sugiere una profunda traición.
La sociedad ha traicionado a los 236 fallecidos y 174 huérfanos que dejó la tragedia; ha traicionado a la verdad, porque da la impresión de que nadie desea saber qué ocurrió realmente; a la decencia, porque son contados los que se indignan con la complicidad del poder frente a un suceso que, en cualquier otra nación, ya muchos funcionarios habrían dimitido y otros estarían procesados.
Sin ir más lejos, el gobierno anunció el 26 de mayo la creación de una comisión independiente para un informe pericial, cuyos resultados se prometieron en tres meses (¿26 de agosto?). Hoy, cinco meses y doce días más tarde, la promesa sigue rota: aún esperamos.
El Ministerio Público sigue sin presentar una acusación formal contra los verdaderos responsables; el peritaje preliminar de la solicitud de medidas de coerción, sigue sin ser entregado de forma definitiva; los restos han sido tan manipulados que ya se avistan obstáculos procesales sobre un caso que ni siquiera ha empezado; los medios guardan silencio; los comunicadores evitan el tema; los influencers permanecen mudos…
Al paso que vamos, las víctimas de la tragedia del Jet Set deberán disculparse con los vivos por haber estado allí ese fatídico día… O, quizás ni eso, porque a nuestra nación ya esto no le conmueve, porque lo que realmente se derrumbó ese día no fue solo un techo, sino la decencia de toda una sociedad.
Con o sin veredicto, el juicio moral ya lo perdió el pueblo dominicano, que optó por borrar la tragedia, voltear la página y seguir como si nada hubiera ocurrido… Y eso es lo más desolador: que, al parecer, nada sucedió.























